“En la inmensa población no vacunada y no expuesta ocurren las nuevas infecciones y se dan las condiciones para que el virus continúe su evolución hacia variantes más contagiosas y potencialmente más virulentas o capaces de causar cuadros mucho más graves”, escribe Samuel Ponce de León Rosales.
Es cierto, nos adentramos al caos de una tercera ola. El continuo incremento de los casos, la permanente llegada de enfermos a los servicios médicos, los nosocomios llenos, o a punto, la multitud de jóvenes e infantes con síntomas o en situaciones críticas y las familias donde todos los miembros se han contagiado son la expresión cotidiana del continuo viaje del virus. En los medios de comunicación las notas destacan el creciente número de diagnósticos, los casos hospitalizados, la ocupación de las áreas de cuidados intensivos y los muertos. En este momento la mortalidad parece mucho menor a lo ocurrido en las olas previas, pero conforme la transmisión se extiende la atención hospitalaria empezará resentir la presión, la saturación y las situaciones críticas previas.
Hace dieciocho meses inició la epidemia en nuestro país y continuamos inmersos en la incertidumbre a pesar de las magníficas intervenciones logradas (conductas preventivas y vacunas). Es claro que nuestra perspectiva de la epidemia es muy diferente hoy de la que teníamos hace apenas diez meses, principalmente en cuanto a facilidad de diagnóstico, tratamiento ambulatorio y hospitalario, identificación de factores de riesgo individuales y las vacunas que se aplican continuamente en un enorme esfuerzo mundial, en el que más de 4 mil millones de dosis a nivel global protegen ya a igual número de personas. Sin embargo, la situación sigue siendo crítica con un todavía inmenso número de personas a las que puede llegar el virus y causar enfermedad (susceptibles), y es este el problema de fondo.
Nuestra especie, nosotros los seres humanos no teníamos ninguna historia inmunológica con el virus SARS-CoV-2 y esto es lo que nos hace lábiles. No hay escape, la población mundial tendrá que desarrollar defensas (una respuesta inmune útil) en su gran mayoría para encontrar una suerte de equilibrio con el ‘nuevo’ virus.
Seguramente antes de fin de año habrá medicamentos específicos para combatir la infección en su etapa temprana y evitar complicaciones. Mientras tanto lo mejor es vacunar con mayor rapidez porque la continua transmisión del virus acelera su cambio y la generación de variantes más eficientes.
La población mundial está cerca de los 8 mil millones de habitantes. Esto significa que tan solo el 25% de la población mundial, en el mejor escenario, han completado su esquema de vacunación hasta ahora. En estas circunstancias es que ocurre la actual tercera ola, a la que le seguirá una cuarta ola y otras más por las mismas razones descritas. En la inmensa población no vacunada y no expuesta ocurren las nuevas infecciones y se dan las condiciones para que el virus continúe su evolución hacia variantes más contagiosas y potencialmente más virulentas o capaces de causar cuadros mucho más graves.
La variante Delta es 64% más contagiosa que la variante alfa, y su multiplicación es mucho más eficiente. Esto explica el incremento en transmisión, las personas se infectan con más facilidad y pueden ser más contagiosos, especialmente los no vacunados o quienes tienen su esquema de vacunación incompleto, y resulta en la necesidad de que para lograr la inmunidad de grupo (de rebaño) se deberá cubrir al 90% de la población en lugar de solo al 70%, como se consideró inicialmente. En nuestro país, a pesar del avance en vacunación también estamos lejos de lograr una inmunidad poblacional suficiente.
Hace pocos meses, antes del inicio de esta nueva ola prevalecía la impresión de que llegábamos al final de la epidemia. Hubo mariachis, se desmanteló el centro de atención hospitalaria para COVID-19 de la unidad City-Banamex, que aportaba 600 camas para manejo especializado, y muchos hospitales en todo el país revirtieron la reconversión hospitalaria para atender los rezagos de atención. Se realizaron foros y análisis sobre la gestión de la pandemia asumiendo su término e inoportunamente se dictaron conclusiones y sentencias.
El virus SARS-CoV-2 con sus variantes seguirá su expansión hasta que nuestra especie alcance un punto de equilibrio inmunológico con este nuevo patógeno, esto es, que la gran mayoría de la población global desarrolle inmunidad específica, con vacunas o por infección natural. La inmensa densidad poblacional, la movilidad y conectividad junto con las afinadas capacidades virulentas del SARS-CoV-2 son las condiciones para que continúe la sucesión de incrementos en nuevos brotes, a manera de olas en un mar encrespado.
Samuel Ponce de León Rosales
Publicado originalmente en Aristegui Noticias