La experiencia de la década de 1960 sugiere que, cuando la gente se siente apoyada por los programas sociales, es más probable que confíe en las instituciones y crea en la salud de la sociedad. Solo entonces empiezan a tener sentido las ideas de solidaridad social y obligación mutua.
Los mejores programas sociales para promover esta forma de pensar son los universales, como la Seguridad Social y la atención médica universal, que inculcan el sentido de un bien común porque todo el mundo cumple con los requisitos para obtener asistencia solo por el hecho de pertenecer a una comunidad política. Para que el mundo supere la pandemia, los países necesitan políticas que promuevan una idea básica, pero cada vez más olvidada: que nuestro bienestar individual está ligado al bienestar colectivo.
Publicado originalmente en The New York Times