La pandemia ha dejado secuelas psíquicas. Dice que a veces las visitas se alargan. “Me da hasta un poco de miedo preguntar: ‘¿Cómo estás? … ‘Es que mi marido murió y no me pude despedir’. Y pienso ¿qué digo?”. Por eso, Bonich admite su frustración cuando hacen el seguimiento de un positivo. “La primera batalla es que te digan sus contactos. Luego les llamas para ver cómo están y oyes ruido de calle. ‘Es que he salido a comprar el pan’. No lo pueden hacer. Si pasara dos o tres veces… Pero es que pasa 30. Es bastante frustrante”.
Publicado originalmente en EL PAÍS